En estos días se ha conocido la puesta en
libertad, bajo fianza de 10.000 euros de Raquel Gago, imputada junto con otras
dos personas por el asesinato de Isabel Carrasco, el 12 de mayo de 2014.
Los tres magistrados de la Audiencia Provincial
de León han considerado mediante auto judicial, que “no hay prueba directa de
su implicación en el homicidio" pero si un "sospechoso conjunto
indiciario que deberá de ser valorado" por el tribunal competente, afirmando
que los indicios que propone la acusación no tienen "solidez
indiscutible".
El relato que a continuación voy a
exponerles comienza dentro de un gran "ágora" donde se imparte
justicia, y donde los posicionamientos que ocupan las personas cobran una
especial relevancia para el posterior desenlace de los hechos.
En la parte superior central se levanta
todo el poder de la justicia, los tres magistrados de la Audiencia Provincial
de León forman un conjunto unificado de fuerza capaces de estimar o denegar las
pretensiones de las partes. A su derecha se sitúa la parte de la acusación,
compuesta por cinco abogados que llenan por completo una mesa de madera del
siglo pasado. Los cuales son sabedores de que tienen el auto de la juez
instructora a su favor. Del otro lado la defensa se encuentra en el extremo más
cercano a los magistrados intentado que la soledad de la mesa pase
indiferente.
Da comienzo el acto, el presidente del
tribunal de pelo blanco mesiánico y su dos maestros en ciencias jurídicas,
indican que en primer lugar comience el alegato de la defensa.
La misma comienza a relatar sus
justificaciones, expone sus argumentos con gran saber jurídico, manifiesta las
diversas sentencias de Tribunal Constitucional, e incluso una de la Audiencia
Provincial en el año 1999 que justifica la libertad de Raquel. De repente,
comienza ha entrar prensa en la Sala, fotógrafos, cámaras... por unos momentos irrumpen
el argumento de la defensa, sorprendido el presidente de la Sala invita ha
abandonar la misma a las cámaras, ya tuvisteis vuestro momento al inicio de la
sesión, les dice, indicando a un agradable agente judicial que por favor cierre
la puerta y que no entre nadie más. Restablecida la paz, el segundo de los
argumentos de la defensa es la inexistencia de un móvil creíble, y así uno tras
otro, la imposibilidad de filtraciones, la no existencia de un plan
preconcebido, el bloqueo mental que desencadeno en una disonancia cognitiva,
los escasos 30 segundos que junto a la nocturnidad justifica que su amiga
Leticia no pudo ver el bolso que posteriormente contenía el arma en el vehículo
de Raquel, durante 25 minutos que duro
su intervención.
Le toca el turno a la acusación, donde el
Fiscal con voz firme y convincente relata los hechos de una forma fluida,
sabedor de que conoce hasta el último detalle del caso, seguro de si mismo,
expone que la participación en los hechos de Raquel es relevante como autora
cooperadora en un plan preconcebido, además de la poca credibilidad y
verosimilitud que arrojan sus argumentos a la hora de explicar los hechos y
para saber el móvil del crimen es suficiente la amistad íntima que le une con
Triana, aún sin interés propio, realizando el acto las tres "por los
motivos que sean".
El presidente concede la palabra a la
acusación particular, compuesta por dos letrados, uno de ellos es una mujer
enérgica con un vestido por toga, elegante como mujer de su tiempo expone lo
siguiente, los posicionamientos del teléfono no tienen tanta importancia, el
informe del perito psicólogo es parcial, los policías venidos desde Burgos
sabían que era una Policía Local quien tenía el arma y el vigilante de la ORA
le vio en posición de espera. El otro letrado, hombre entrado en años, del cual
se intuye que tiene una gran experiencia en estas batallas, manifiesta
por unos breves minutos que Raquel tenía un plan B por si algo fallaba,
haciéndose valer de su condición de policía, y que ninguna de las dos imputadas
le había exonerado.
Por último, la Acusación popular, el cual
es hombre joven que se adiere a lo declarado por el Fiscal y la acusación
particular.
Cuando parecía que todo iba a acabar, el
Presidente de la Sala mira a Raquel, y le dice que si quiere puede tomar la
palabra. Raquel que hasta el momento se encontraba inmóvil sentada en una silla
de madera en frente de la imponente justicia, se levanta… y todos allí presentes
activan los sentidos, con voz tenue pero firme, dice "soy inocente, hay
cosas que estoy escuchando que no son ciertas...", por un momento Raquel
siente como se le encoge el alma, no es capaz de entablar palabra, el
Presidente la tranquiliza, sabedor de que Raquel se esta sincerando, le dice
que se tome su tiempo, "aprovecho la oportunidad que me dan",
responde Raquel, "aquí se ha dicho que estaba en situación de espera, y es
Julio (controlador de la ORA) quien viene a hablar conmigo, viene el",
repite Raquel, "no estaba en espera, estaba parada". "Se dice
que Triana y su madre no me han exculpado, pero han manifestado que me encontró
por casualidad. Si, pasaron muchas horas, pero podía haber tirado el arma, y no
lo hice, cuando la vi entregue el arma, podría decir muchas cosas pero no es el
momento".
Cabe pensar la pregunta de que ¿Cómo es
posible que hayan dejado en libertad a Raquel, después de habérsela denegado
anteriormente? Alguna pista deja el último auto que libera a Raquel de la
prisión, cuando dice que las investigaciones de las partes acusadoras no han
cumplido las expectativas, pero quizá, lo que en mi opinión más ayudó a los
magistrados de la Audiencia Provincial para liberar a Raquel, fue la fuerza de
la palabra que hizo creíble sus argumentos. La palabra ha sido la llave que ha abierto
la puerta de la libertad, removiendo conciencias y dejando entrever que "no
es descartable que los indicados datos indiciarios tengan otras explicaciones
alternativas, distintas de las de entender que existió indudablemente una
confabulación previa entre las tres imputadas".